“La violencia que vemos es una reacción frente a los progresos que hemos hecho, y eso significa que debemos seguir avanzando y aceptar que se trata de una lucha continuada, una lucha en la que los principios estan de nuestro lado” (Butler, Judith.(2020). “Sin Miedo: formas de resistencia a la violencia de hoy”. Penguin Random House Grupo Editorial, Santiago,Chile.)


En 1852 Karl Marx publica “El 18 Brumario de Luis Bonaparte”, texto que examina el golpe de estado en Francia que dio el sobrino de Napoleón Bonaparte en 1851, y de paso, acuñando una de las frases más celebres que se le imputan, pero con una clara inspiración en Hegel: “la historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa”.

Tras el triunfo del “No” se generaron expectativas en un sector importante de la población respecto a la nueva democracia que se inauguraría. La maquinaría de la transición fue tremendamente efectiva en diluir tales expectativas, encapsulando y minando el ejercicio imaginativo de (re)pensar la democracia venidera hacia lo medida de lo posible. Aylwin junto con la Concertación de Partidos por la Democracia se instala en el gobierno, mas no en el poder. Desde allí que tampoco nunca le interesó entrar en una disputa por el poder político, que vacía depositado en las FF.AA, y económico, en manos de la oligarquía económica.

Carlos Hunneus califica este periodo como el de una democracia semisoberana[1], en parte subyugada a los enclaves autoritarios de la decrépita Constitución de 1980. Al pasar el primer gobierno de la Concertación, Frei Ruiz-Tagle y Lagos administrarán y perfeccionarán los rendimientos del modelo económico heredado de la dictadura o dicho de manera políticamente correcta, corregirán las fallas de mercado. Esto culminará con la liturgia encabezada por Lagos en la reforma constitucional de 2005, afirmando que ello equivalía a tener una nueva Constitución. La alegría prometida para el periodo fue súbitamente reemplazada por nuevas formas de acceso y financiamiento a bienes de consumo, lubricando los engranajes del modelo con su mejor sustancia disponible, la deuda.

Llegó el 2011 y junto a él una réplica más fuerte del sismo que fue la revolución pingüina del 2006. Las protestas contra la aprobación del proyecto HidroAysen derivaron en un movimiento social anclado a demandas educativas que significaron una carga considerable de política contenciosa al gobierno de turno. La revuelta de Octubre de 2019 vendrá a coronar las potencias de todas las movilizaciones anteriores, culminando el proceso de deslegitimación de la política transicional junto a su Constitución impuesta a sangre y fuego.

Proyección Gráfica Proyecto Hidroaysén.

La derrota del Apruebo llevó al gobierno a un cambio de gabinete que reconfigura su arquitectura política. Los vestigios del alma concertacionista ha comenzado a consumir a un gobierno impotente de si mismo en su presente. En este mismo periodo cancillería declaró oficialmente que el TPP11 será aprobado antes de fin de año independiente de las firmas de las side letters y se confirmó que el gobierno mantendrá un subsidio para seguros forestales que protege pinos y eucaliptos. La retórica de la reacción, que establece que todo impulso al cambio trae consigo una reacción que pugna una vuelta al status quo[2], parece haber permeado discretamente el palacio de gobierno. La posición de vulnerabilidad y debilidad política del ejecutivo se ve aún más agravada por el paso del eje del poder hacía el Congreso, donde se decidirá el proceso de cambio constitucional y el conjunto de reformas de políticas públicas.

Las múltiples formas de dominación, sujetos y modos de producción del globo acentúan hoy la cualidad esencial del neoliberalismo como tecnología de poder, que es la cooptación del adversario. En sintonía con la tesis de Judith Butler respecto a la violencia, el profesor Rodrigo Karmy plantea el fracaso de las izquierdas en función de la práctica interpretativa de la violencia contemporánea como un rendimiento de la expansión (des)controlada del capital transnacional, aconteciendo así el neoliberalismo como una posibilidad única y sin fin[3].

Chile, que no es libre de tales ataduras, yace hoy nuevamente embestido por el proyecto político de la ideología portaliana de la estabilización, del orden, “del peso de la noche”. Esta proyección mitificante vuelve habitar al progresismo como un historia repetida de la “renovación socialista” de los 90´s, pero agregando esta vez atavíos neorepublicanos y travestizando así al poder de origen fáctico y posibilitando su subsistencia; “el poder no es un complejo autosuficiente, sino que depende de otros factores, tanto para las condiciones que lo hacen posible, como para su nivel de demanda y necesidad”[4]

Cristóbal Castellano

Cientista Político / Asociado


[1]Hunneus, C. (2014). “La democracia semisoberna: Chile después de Pinochet”. Penguin Random House Grupo Editorial, Santiago, Chile .

[2]Hirshmann, Albert O. (1991). “The Rethoric Reaction. Perversity, Futility, Jeopardy”. Harvard Univerity Press. Cambridge. MA

[3]Karmy, Rodrigo. (2022). “Cómo detener a la ultraderecha”. Columna de opinión; disponible en: ¿Cómo detener a la ultraderecha? – La Voz De Los Que Sobran

[4]Luhmann, Nicklas. (1995) “Poder”. Editorial Barcelona. España.