“Tal vez soy yo quien se equivoca. Pero sigo diciendo que todos estamos en peligro”

Pier Paolo Pasolini, 2018

No existen dudas de que el planeta funciona bajo dinámicas de un sistema-mundo alimentado por la interdependencia entre naciones. De ahí que es importante clarificar la globalización del globalismo. Según Ulrich Beck el primero se refiere a procesos de creación de vínculos y espacios transnacionales[1], mientras que el segundo se asocia a la expansión de los mercados globales como agentes primarios en la regulación de las relaciones sociales[2]. Ambos fenómenos difuminan las fronteras de lo tradicional, formación de redes y flujos desterritorializados de información, consumo, lógicas de producción, entre otras. Qué más ejemplificador de ello que la existencia como tal de una Reserva Natural en la comuna de La Higuera, se vea severamente comprometida por un proyecto minero que fue sujeto de una transacción financiera realizada en las Islas Vírgenes británicas bajo un dudoso marco de probidad.

¿Cómo ha impactado esto en los regímenes políticos? La democracia liberal representativa ha entrado en crisis. Algunos de sus síntomas son la emergencia de populismos de derecha, las elites nacionales necesitan de otra clase de dispositivos para perpetuar su patrón de acumulación, la propagación de fake news, vuelta a la retórica de la guerra fría, militarización del orden público, incitación al odio hacia los minorías, entre otras.

El Big Data es un nuevo actor que ya ha demostrado su capacidad de impacto en procesos eleccionarios. La recolección de información vía comportamiento en el ciberespacio, envío de información sesgada en función de preferencias hacen del comportamiento electoral de las personas materia sensible a los algoritmos de la red.

El mercado del trabajo y la automatización es un área que ha tomado un notorio impulso con la implosión del COVID. Se vislumbra una aguda reestructuración de las fuerzas productivas fruto de la inserción de la inteligencia artificial (IA) como reemplazo a la mano de obra humana, donde la clase obrera transitará desde la presente precarización y explotación a una futura inutilidad para la creación de riqueza. Los procesos actuales de cualificación están altamente segmentados a rubros de la industria tecnológica, la activación en red, la actualización de conocimientos y procesos hacen de la IA un producto muy atractivo. La obsolencia  de la mano de obra humana abrirá nuevas posibilidades de conflicto social que deberán ser canalizados de manera que la integración a los mercados laborales futuros sea justa y equitativa.

En un proceder contundente, el monopolio de los beneficios de la globalización ha minado el contrato social de la sociedad civil con el poder estatal, hallándose un desplome gradual de la promesa liberal de bienestar y abundancia en función del crecimiento económico. Esto se ha visto potenciado tras la etapa de contracción capitalista de la crisis subprime del 2008 y por los efectos de la pandemia.

Estos asuntos fueron expuestos a modo de antecedente a desafíos globales que en el país no encuentran una caja de resonancia significativa. Ahondar más en ellos nos desviarían del tema central, que es la grotesca omisión de la crisis ambiental que nos aqueja como especie y país en el pasado debate presidencial. El Grupo Intergubernamental de Expertos del Cambio Climático (IPCC) en informes anteriores ha reconocido que el tiempo de mitigar el cambio climático ya está entrando en fase de expiración, lo importante ahora radica en transitar al camino de la adaptación. Para el éxito del proceso resulta imperioso que la problemática sea divulgada en todas las instancias de debate público, y no omitirlas donde candidatos y candidatas a cargos de representación popular exponen partes de sus programas e ideas públicamente

El último reporte hidrometeorológico de la Dirección General de Aguas estableció que el déficit de precipitaciones llegó a un 30%, rebasando el 15% del 2020 durante la misma fecha. Esto significa que 6,2 millones de personas viven en zonas con sequía y el 49% de las comunas están, bajo decreto, en condición de escasez hídrica. Resulta más evidente que nunca la megasequía que afecta hace 10 años la zona del Norte Chico hasta Chiloé. La evidencia científica recabada por el centro CR2 de la Universidad de Chile sugiere que cerca del 25% de la sequía del país es por efecto de la emisión de gases de efecto invernadero (GEI)

¿Cuál es el plan estratégico para la transición hacia la carbono neutralidad? ¿Cómo se superará la pobreza energética en segmentos importantes de la población en las próximas décadas? ¿De qué manera nuestra matriz energética adoptará energías renovables en el corto plazo? ¿El actual modelo de gobernanza del agua es idóneo para elaborar estrategias efectivas de adaptación al cambio climático? ¿Es suficiente la actual institucionalidad ambiental para regular el crecimiento del sector minero, forestal y agroindustrial? ¿Cómo el nuevo Sistema Nacional de Prevención y Respuesta ante Desastres se hará cargo de la intensificación de los fenómenos hidrometeorológicos producto del cambio climático? En fin, muchas interrogantes han quedado a la deriva sin hacer justica a la gravedad del fenómeno.

Casualmente en la misma semana del debate uno de los ejes rectores de la última Asamblea General de Naciones Unidas de cara a la próxima COP 26 fue la emergencia climática. La seriedad de lo que está en juego es extrema. A continuación algunas conclusiones y proyecciones de escenarios climáticos futuros presentes en último informe del Panel Intergubernamental de Expertos (IPCC)[3]:

  • Es inequívoco que la influencia humana ha calentado la atmósfera, el océano y la tierra. Cambios generalizados y rápidos en la atmósfera, el océano, la criosfera y la biosfera se han materializado[4]
  • La escala de los cambios recientes en todo el sistema climático en su conjunto y el estado actual de muchos aspectos del sistema climático no tienen precedentes a lo largo de muchos siglos y muchos miles de años[5]
  • El cambio climático inducido por el hombre ya está afectando a muchos fenómenos meteorológicos y climáticos extremos en todas las regiones del mundo. Hay evidencia de cambios profundos observados , tales como olas de calor, fuertes precipitaciones, sequías y ciclones tropicales y, en particular, su atribución a la influencia humana se ha fortalecido desde AR5 (informe previo)[6]
  • La temperatura de la superficie global continuará aumentando hasta al menos mediados de siglo en todos los escenarios de emisiones considerados. El calentamiento global de 1,5°C y 2°C será excedido durante el siglo 21 a menos que se interrumpan profundamente el CO2 y otros GEI en las próximas décadas.[7]
  • Muchos cambios en el sistema climático se hacen más grandes en relación directa con el aumento del calentamiento global. Incluyen aumentos en la frecuencia e intensidad de calores extremos, olas de calor marinas, fuertes precipitaciones, sequías agrícolas y ecológicas en algunos regiones y en la proporción de ciclones tropicales intensos, así como reducciones en el Mar Ártico[8]
  • Se proyecta que el calentamiento global continuo intensificará aún más el ciclo global del agua, incluyendo su variabilidad en las precipitaciones monzónicas globales y la gravedad de las lluvias y sequias[9].

Chile como Estado parte del Acuerdo de Paris se sometió a cumplir con las llamadas “contribuciones nacionalmente determinadas”. Estas materializan objetivos individuales subyugados a la soberanía estatal respecto a la reducción de emisiones que deben ser revisados cada 5 años. La meta del país es llegar a la carbono neutralidad en el año 2050, pero aún no se encuentra claramente definido el cómo se hará. Por ejemplo en qué porcentajes de sectores productivos, la consideración de contextos regionales, qué instrumentos se implementarán para que la actividad de inversión se oriente hacia lo definido según las políticas públicas, entre otras interrogantes.

La carbono neutralidad es la única solución que nos permitirá sobrevivir como especie. En Chile la pobreza energética es una realidad que dificulta una transición justa. Esta es el impedimento de lograr satisfacer los servicios energéticos con energías limpias como consecuencia de la exposición de personas a condiciones ambientales no adecuadas. Por ejemplo, la falta de aislación térmica en viviendas produce un mayor consumo energético que impacta directamente en el presupuesto de grupos familiares, llegando a un 10% de sus ingresos mensuales.

Diferentes patrones de vulnerabilidad socioeconómicos interactúan y agravan el problema. El Catastro Nacional de Campamentos 2020-21 determinó un aumento del 73,52% en familias y un 20,32% en asentamientos. Claramente este segmento de la población está mucho más expuesto a riesgos climáticos, como las sequias, escasez hídrica, aumento del nivel del mar, entre otros más. Esto vuelve sumamente complejo de enmendar si una de las principales vulnerabilidades del país es la institucionalidad dedicada a la reducción del riesgo de desastres. Existe escasa información sobre las condiciones de vulnerabilidad a nivel nacional y tampoco hay muchos estudios dedicados aquello. Lo sustantivo reside en que hay pocas herramientas para tomar decisiones sobre el territorio, dando libre paso a las desreguladas dinámicas de mercado que se han tomado este espacio y la atribución para (re)construir territorios según sus necesidades. La dimensión temporal bajo la que funciona el mercado conforme a sus rendimientos es distinta a las decisiones que se deben tomar en relación a la adaptación cambio climático. Resulta apremiante que el proceso de toma de decisiones en este ámbito se sostenga bajo una musculatura institucional robusta, porque al hablar de adaptación estamos platicando de una  transformación de estructuras sociales para enfrentar el cambio climático, donde el factor antrópico local viene a ser la principal área de control.

¿Cómo las comunidades locales pueden empoderarse este déficit estatal? A través de la resiliencia, que es la cualidad que tienen las comunidades y sistemas para cambiarse a sí mismos y poder enfrentar los efectos de una amenaza sin que se vea afectado su funcionamiento de forma significativa. La flexibilidad es esencial para tal propósito, tanto su diversidad productiva y ecosistémica debe poseer conectividad, indispensable para acceder a estos recursos. Ineludible es también rescatar la memoria socioecológica de los territorios, es decir la capacidad que tienen las comunidades de aprender el cómo se han relacionado en el tiempo con los distintos ecosistemas, permitiendo acumular conocimiento sobre el comportamiento de los territorios. Por eso es que el diseño de la capacidad institucional debe respetar el conocimiento local para ir aprendiendo sobre el territorio y generar transformaciones. Los sistemas serán resilientes en la medida en que identifiquen los cambios a los que se deben adaptar y así generar las transformaciones pertinentes. A modo de ejemplo, un claro obstáculo a lo anterior es el actual código de aguas, que no permite la gestión integrada de cuencas, nítida refracción de un país que cuenta con pocas capacidades para enfrentar las amenazas multidimensionales del cambio climático

A nivel global las ciudades son responsables del 80% de emisiones de GEI. Chile es el país más urbanizado de la región, el último censo cifró en un 89% la población que viven ellas. En efecto, la equidad territorial debe ser el nuevo norte que guié el desarrollo urbano. La construcción de ciudades es una de las modificaciones humanas del territorio más intensas de la historia, siendo hoy el principal espacio de modificación del clima. De ahí es que surge la noción de clima urbano. La ciudad crea su propio clima a partir de la impermeabilización de los suelos, el reemplazo de las coberturas naturales o seminaturales que afectan la disminución de la humedad relativa del aire y el cambio de materiales que tienen diferentes capacidades de absorción de calor, alterando parámetros meteorológicos.

La principal característica del clima urbano es la isla de calor urbana. Esta es la diferencia de la temperatura de la ciudad v/s el área rural,  en general varía entre 2 y 8 grados, pero en Chile a veces superan los 10 grados. En las noches esta se intensifica como secuela de los usos de materiales capaces de absorber calor en la ciudad, que es cuando el calor acumulado se libera. En síntesis, el clima urbano es una expresión de desigualdad del territorio.

La legitimidad del sistema político actual que ha sostenido el funcionamiento del Estado en su fase neoliberal, sus distintos dispositivos de disciplinamiento a favor del capital por sobre el trabajo y la depredación sistemática del medioambiente ya ha sido destituido por la movilización social tras la revuelta de Octubre. Común es escuchar por parte del sector político y económico que ha hegemonizado el poder del Estado en los últimos 40 años enarbolar las banderas de estabilidad y orden que ha brindado el sistema político al país, como si estos fueran un valor en sí mismo. A su vez también niegan la existencia de ideologías cuando, paradójicamente, no hay nada más ideológico que negar la ideología, algo bien mimético al hecho de politizar la política. El politólogo italiano Giovanni Sartori observa que

“a pesar de toda palabrería ligera… la estabilidad gubernamental indica mera duración; los gobiernos pueden tener larga vida y a la vez ser impotentes: su duración no constituye de manera alguna un indicador de eficiencia o eficacia”[10]

La legitimidad del nuevo sistema político que inaugure la nueva Constitución dependerá en gran medida de los valores instalados en la sociedad. Por este motivo urge dar cabida pública a discusiones medioambientales, como puede ser la del desarrollo sostenible. Esta noción se encuentra totalmente secuestrada, partiendo desde una premisa netamente tributaria a un proyecto político-económico que entiende al medioambiente como un stock de recursos que están ahí para ser explotados según la oferta y la demanda de los mercados. Esto anula la reflexión acerca  del monopolio de los grupos de poder sobre estos recursos, existiendo además según el actual contexto socio-histórico y cultural, el condicionamiento de su representación hacia la apología a los eco-gestos (bolsas reutilizables, reciclaje, duchas cortas, entre otras) que gozan de valor operativo, pero no son suficientes e individualizan el problema. No hay que olvidar que la principal cualidad del neoliberalismo es la cooptación de sus adversarios, tal como Margaret Thatcher afirmaba que “There is no alternative”.

La enseñanza exige la aprehensión de la realidad, en efecto la educación ambiental cimentada como una práctica pedagógica que promueva una ciudadanía crítica y activa debe ser considerada una política pública prioritaria para los próximos gobiernos. Es vital trascender la retórica monetarista del desarrollo sostenible como tecnología del poder y repolitizar la discusión de los modelos de desarrollo para repensar el bienestar más allá de los imperativos del crecimiento económico, descolonizando la relación humanidad/naturaleza hacia el buen vivir.

Cristóbal Cantellano

Asociación GeoEduca Región Metropolitana

Fotografía portada: GeoEduca Los Ríos, Jornada de manifestación contra el proyecto Dominga en Valdivia.


Referencias

[1] Beck, U. (1998). ¿Qué es la globalización? : falacias del globalismo, respuestas a la globalización (1a. ed.). Paidós.

[2] Ibíd.

[3] IPCC, (2021). Summary for Policymakers. In: Climate Change 2021: The Physical Science Basis.

Contribution of Working Group I to the Sixth Assessment Report of the Intergovernmental Panel on Climate

Change [Masson-Delmotte, V., P. Zhai, A. Pirani, S. L. Connors, C. Péan, S. Berger, N. Caud, Y. Chen, L.

Goldfarb, M. I. Gomis, M. Huang, K. Leitzell, E. Lonnoy, J.B.R. Matthews, T. K. Maycock, T. Waterfield,

O. Yelekçi, R. Yu and B. Zhou (eds.)]. Cambridge University Press. In Press.

[4] Ibíd.

[5] Ibíd.

[6] Ibíd.

[7] Ibíd.

[8] Ibíd.

[9] Ibíd.

[10] Sartori, G. (1992). Ni presidencialismo ni parlamentarismo. Revista Uruguaya De Ciencia Política, (5), 9-20.